Agresividad porcina en las mezclas

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La agresividad entre los cerdos es inevitable, pues necesitan establecer una jerarquía cuando se forma un grupo. Pero sí que podemos minimizarla.

La preocupación por el bienestar animal ha llevado al alojamiento de los animales en grupos. Aunque esto ya era habitual desde el destete hasta el final del cebo, ahora también se ha impuesto como norma para las gestantes confirmadas. Si bien, aumentar la facilidad de interacción social (necesaria para el bienestar) conlleva mejoras, también tiene sus contrapartidas: las agresiones entre animales.

El cerdo es un animal jerárquico, lo cual implica que cuando se mezcla un grupo de animales desconocidos se inicia un proceso de interacciones encaminado a establecer una jerarquía. Este proceso conlleva agresiones entre animales que en nada interesan al bienestar animal ni al productor porcino. Es una situación inevitable, pero sí minimizable en términos de gravedad.

Los animales menos favorecidos son los que se llevan la peor parte en forma de lesiones. Pero también se perjudica su rendimiento, pues en aras de evitar confrontaciones no comen ni beben todo lo que podrían. Igualmente, en situaciones extremas como es el caso de grupos demasiado grandes, también los más dominantes sufren un estrés crónico por su incapacidad de estabilizar las relaciones jerárquicas.

Dado que se trata de un problema consustancial al sistema productivo, se han ensayado multitud de enfoques para controlarlo. Verdon et al. (2015) consideran distintos factores que pueden afectar al bienestar de las cerdas alojadas en grupos: características de las instalaciones (tamaño del grupo, disponibilidad de espacio por animal, diseño de la cuadra), del manejo (grupos estáticos o dinámicos, el uso de una cuadra de mezcla) y de la nutrición (composición de la dieta, régimen de racionamiento, sistema de alimentación):

  • a mayor espacio disponible menores son los niveles de las hormonas de estrés (hasta el límite máximo de 1,8 m2/cerda), aunque un espacio reducido en la fase de establecimiento de las jerarquías contribuye a facilitar las interacciones y acelerar el proceso. De hecho, la reducción del espacio disponible puede llegar a limitar físicamente la capacidad de las cerdas de producirse lesiones graves, aunque perjudica los índices de fertilidad. Actualmente se busca evaluar el efecto de mayores espacios disponibles (hasta 2,4 m2/cerda).

  • el efecto del tamaño del grupo ofrece resultados contradictorios según los estudios, pero no parece que los grupos de hasta 80 cerdas deban perjudicar a los animales en cuanto a consecuencias negativas de la agresividad.

  • no hay evidencias concluyentes de que el manejo en grupos dinámicos (con diversas mezclas de cerdas en cada ciclo de gestación) sea peor en cuanto a agresividad y lesiones en comparación con el manejo en grupos estáticos (con una mezcla de animales por ciclo reproductivo).

  • el uso de corrales para la mezcla de cerdas (con mayor disponibilidad de espacio, barreras para que escapen las desfavorecidas y alimento a disposición) podría ser útil en la reducción de las agresiones y lesiones asociadas, a la vez que permitiría la formación de una jerarquía, aunque falta mucho por ver qué factores son interesantes en este entorno y como interactúan.

  • la restricción alimentaria propia de la gestación induce una mayor incidencia de estereotipias (comportamientos cíclicos no productivos, como morder barrotes), pero no hay evidencias claras de que afecte al nivel de agresividad entre los animales, si se maneja un adecuado acceso a los puntos de alimentación.

  • el uso de dietas diluidas (ricas en fibra) parece reducir la incidencia de estereotipias y de las agresiones, pero se han publicado conclusiones contradictorias en ambos sentidos. Parece que el tipo de fibra (soluble, insoluble o fermentable) podría jugar un papel en estas diferencias.

  • en animales de destete la suplementación con magnesio ha sido ensayada con efectos positivos, especialmente en lo que se refiere al nivel de lesiones (menos graves en los suplementados; O’Driscoll et al., 2013). Estos primeros estudios se siguen a las experiencias positivas del uso del magnesio alimentario en presacrificio para moderar el estrés que sufren los animales y mejorar la calidad de la carne.

  • el enriquecimiento ambiental con material fibroso para hozar es positivo para la reducción de estereotipias, pero en cuanto a la agresividad, depende mucho de la cantidad de los materiales suministrados y de la forma en que se provean, además de otros aspectos relativos a la estabulación y el manejo.

  • en cuanto a sistemas de alimentación, depositar el pienso en el suelo es la peor opción, especialmente si se hace en pocos suministros diarios (nos exponemos a graves desviaciones en los niveles de alimentación individuales). Los comederos con separación de todo el cuerpo (jaulas abiertas), aseguran una alimentación más uniforme del grupo pero no reducen ni lesiones ni agresividad. Los sistemas electrónicos de alimentación por identificación individual maximizan el control de la alimentación, pero no impiden la agresividad ya que pueden inducir la formación de colas por la persistencia de las cerdas dominantes en los accesos. En cualquier caso debe maximizarse la facilidad de acceso a comederos y bebederos.

  • un manejo que facilite la socialización de animales (contacto con desconocidos en edades tempranas) como una familiarización previa (auditiva y olfativa) entre los animales que se van a mezclar, reducen el nivel de agresiones en el momento de la mezcla. De hecho, considerando el carácter matriarcal de las estructuras sociales de los cerdos salvajes, se han realizado algunas experiencias de exposición de cerdas adolescentes a cerdas adultas dominantes con resultados positivos en cuanto a reducción de los problemas de agresividad de estas jóvenes en futuras mezclas.

  • el factor humano (cuidante) es quizá uno de los mayores determinantes en la reducción y control de la agresividad entre los animales, como de cualquier parámetro productivo, independientemente de los otros parámetros de manejo, instalaciones y nutrición. Un mal manejo conlleva estrés, irritabilidad y agresiones, además de suponer una desatención de los problemas y postergación de las medidas correctoras.

Por lo que se refiere a la genética, la revisión de Verdon et al. (2015) señala una heredabilidad media (h2 = 0,26-0,46) del componente genético de la agresividad del cerdo. Esto determina que la selección genética puede generar resultados modestos, pero no sin importantes complicaciones técnicas en el modelo de selección. Entre los principales están la dificultad de medir la agresividad en las cerdas de forma consistente y los problemas de interacciones en la selección simultánea con otros caracteres interesantes, como puede ser la eficiencia de conversión del pienso. Además, aun existiendo diferencias en el carácter de los individuos (dominante, subdominante o sumiso), en la manifestación de la agresividad parece tener mucho más peso la composición del grupo.

Los problemas de agresividad son extremadamente complejos, tanto en cerdas como lechones, por tratarse de situaciones que responden a la interacción de multitud de determinantes. La valoración de la situación concreta es esencial para valorar que medidas pueden funcionar en cada caso. Para ello, una mirada técnica desde el exterior puede ser de gran ayuda. Al final, el posibilismo de cada granja y el ensayo error son los que nos darán las claves para unos buenos resultados.

 

Bibliografía

Verdon M., Hansen C. F., Rault J. L., Jongman E., Hansen L. U., Plush K. & Hemsworth, P. Effects of group housing on sow welfare: a review. J. Anim. Sci., 93, 1–19, (2015).

O’Driscoll, K., Teixeira D. L., O’Gorman D., Taylor S. & Boyle L. A. The influence of a magnesium rich marine supplement on behaviour, salivary cortisol levels, and skin lesions in growing pigs exposed to acute stressors. Appl. Anim. Behav. Sci., 145, 3–4, 92–101, (2013).

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